«Todos podemos tener un mal día», dicen. Lo dicen como quien dice: «Hoy es jueves», como algo ligero, que no tuviera mayor consecuencia. Qué bien suena dicho así, sacado de un póster de optimismo lite.
Los malos días no discriminan: a un mal día no le importa quién eres. Y tener que estar disponible cuando te gustaría desaparecer y apagar el teléfono tampoco ayuda. Pero si tú eres quien manda, las consecuencias de un mal día se amplifican. Primero por las consecuencias que tiene sobre ti, pero también, por las consecuencias que acarrea sobre la gente que está a tu cargo —y en la vida real no existe el Control + Z—. A las personas en posición de liderazgo se les exige tácitamente ser siempre adultas, racionales, calmadas, dinámicas, con iniciativa y siempre manteniendo las formas —exigencias legítimas, claro—. Por desgracia, en malos días eso es lo último que tienes ganas de hacer. ¿Qué hacer? Afortunadamente para ti —y para mí también, puedo decir, dado que he pasado algunos días malos que me han enseñado bastante—, he aprendido algunas lecciones importantes para asegurarme de que al menos, un día malo no empeore.
Primero, vamos a ver qué es exactamente lo que hace que ese día esté siendo malo.
Puede ser la concatenación de varios días de insomnio, un dolor, una enfermedad, un asunto personal que esté afectando, ansiedad… no todas las situaciones se resuelven de la misma manera, ni todas se llevan igual. Piensa también que no es lo mismo un día difícil con una mente lúcida que un día difícil que es, en realidad, el quincuagésimo tercer día difícil. Aquí es importante ser precisos, no decir: “Es todo, ¡todo! Todo me agobia.”, porque eso no es la verdad. Tómate un tiempo, para de trabajar, vete al baño, mírate sin juzgarte y hazte un diagnóstico de las cosas que te están enervando. Y finalmente, permítete decírtelo: no te lo niegues. Hay causas que perderán fuerza mientras te las digas, porque verás que no son para tanto.
¿Es necesario que lo sepa la gente? ¿O que lo note?
Pregunto: lo intuitivo es decirlo, hacerlo notar, etc., pero espera. Seguramente tendrás que volver al primer punto y ver qué es exactamente lo que hace que el día esté siendo malo… ¿pero conseguirás más empatía por decírselo a la gente a la que mandas? ¿Y en qué te beneficia eso? Hay gente a la que no le importa en absoluto que the boss esté teniendo un mal día, si no es para tener un recurso de desacreditación (que puede ser real).
Tuve una jefa en su tiempo que tenía la mala fortuna de tener días malos con bastante frecuencia, y se le notaba muchísimo. Muchísimo. Era como la noche y el día. Parecía sentarle bien descargarse sobre lo primero que pillaba, pero con el paso del tiempo acabamos no viéndola como a ella le hubiera gustado que se la viera. Y aunque la obedecíamos, acabamos previendo los días que estaría mal… y para esos días ya teníamos preparadas las posiciones de defensa. Y el cotilleo en el espacio de trabajo, por supuesto. Nada bonito. Puede que haya que guardarse las emociones hasta estar con ese grupo selecto de amigos o colegas. O con tu familia. Cuando estés con ellos, díselo abiertamente, en un diálogo. Que no lo tengan que adivinar.
¿Qué ves venir? Quizá debas posponer algunas decisiones.
Ya lo dijo el sabio: “No prometas cuando estés feliz, no respondas cuando estés enojado, no tomes decisiones cuando estés triste”. Pero no solo en estados de tristeza lo mejor sea darse un respiro: también en momentos de enojo, de soledad y de cansancio. De buenas maneras se puede comunicar que una decisión no se puede tomar ese día, o en ese momento, o que no se puede dar una respuesta (no hace falta dar muchas explicaciones). Por otro lado, cuidado con sobrestimar tu capacidad de toma de decisiones —yo he cometido ese error y lo he pagado—, con eso de que «pero si no reacciono van a pensar que no estoy a la altura, o no sé cómo liderar», que decidir lo primero que se te viene a la cabeza para que vean que puedes decidir cuando en realidad no es el momento no ayuda tampoco.
Una tregua,
Una tregua es algo que te distraiga. Un vídeo gracioso o cuqui de Twitter (que los hay, aunque en Twitter haya más rabia que otra cosa), una canción, salir un momento de donde estás, una llamada telefónica o un mensaje de voz a alguien del selecto grupo de amigos y colegas… Pero hay que reírse, eso sí. Tú sabes cómo eres, por tanto, también sabes lo que te funciona. Como manager puede que pienses que reírte con el último viral está fuera de lugar en un mal día, pero eso es mucho mejor que descargar ira por los correos, o por las llamadas, o con el equipo entero.
Si no hay manera: termínalo lo antes posible.
A veces no hay nada más que hacer que asumir que el día ya no tiene arreglo. Let it go. Cerrar lo que se pueda cerrar lo antes posible e irse sin causar molestias a los del equipo. Por supuesto, ojalá todos pudiéramos irnos en los días malos, pero si puedes, cuando puedas, hazlo. Te ahorrarás sufrimiento y que el día empeore. Sin mencionar el espacio y la frescura necesaria que habrás ganado.
¿Ves? Malos días vas a tener, pero no por eso tienen que significar que tengan que ser de dolor para el equipo entero. Cuenta con eso, y los malos días estarán controlados.
Imagen: A Bad Day (Natalia Rodríguez) – Imagen propiedad de Dévé.