El umbral de adicción al móvil se cruza cuando la aplicación “tiempo de uso” te dice que pasas de media 7 horas diarias con el teléfono. Y en este caso sucede igual que con el dinero: una se pregunta sorprendida cómo ha sucedido eso. La percepción del uso del teléfono es que, además del tiempo en los transportes públicos, un poco de entretenimiento al final del día y algo en los descansos, “no debe ser para tanto”… hasta que lo es.
Hay mucho material en la red relativo a la desconexión digital (en España y Francia, incluso una ley) y otro tanto con consejos para dejar la adicción al móvil. En realidad, necesitamos darnos un respiro de la tecnología y de un ansioso estilo de vida. Es completamente sano alejarse de las demandas infinitas.
Antes a eso lo llamábamos vacaciones.
Pero en un año en el que unos llevan el grupo de whatsapp del trabajo en el móvil personal, otros se llevan el móvil del trabajo incluso a la playa y otros tantos están mandando emails laborales durante las vacaciones, la adicción al móvil es tan certera como imponente. Pero dejando las conductas de quienes carecen de sentido del límite aparte, ¿qué hace una persona que trabaja ante pantallas 8 horas al día con su adicción al móvil?
Bien porque su estilo de vida incluya una involucración en las redes sociales o esté lidiando con alguien en riesgo de adicción al teléfono —o ya esté—. Estas acciones sencillas pueden servir como complemento a las recomendadas. Palabra verificada de quien usa mucho las pantallas.
Evidentemente, son desde una perspectiva y desde el nivel de autoconocimiento de quien las escribe. Es posible que te sirvan, es posible que no. Tampoco debe tomarse al pie de la letra.
La honestidad va primero.
La aplicación tiempo de uso no miente. El deslizarse por instagram en lugar de leer un libro no miente. El no lograr leer más de dos páginas de un libro sin agarrar el teléfono no miente tampoco. En parte se acaba en un estado de mermada capacidad de concentración porque el deseo de dopamina del cerebro acaba por escalar hasta límites irracionales, en los que las actividades cotidianas ya no satisfacen. Por eso se tiende a agarrar el teléfono, por el chute de dopamina.
Ayunos de dopamina: abstenerse de las actividades que proporcionan una gratificación instantánea
Si investigas en internet sobre los ayunos de dopamina, verás que a algunos les funciona dejar el teléfono poco a poco. A otros les funciona desinstalar las aplicaciones que más les distraen. A otros les funciona dejar el smartphone y reemplazarlo por un teléfono de los antiguos (yo lo hice). A otros les funciona apagar el teléfono (eso lo hago los sábados). Haciéndolo bien, se logra que el cerebro gane control sobre el teléfono.
No se trata de reducir los niveles de dopamina, sino que la dopamina sea generada por fuentes más sostenibles. La idea es reducir la tendencia impulsiva.
Involucrarse en actividades que te obliguen a soltar el teléfono. Deportes, por ejemplo. Nadar con el teléfono en la mano es inviable.
Ser un buen conversador en lugar de refugiarse en el teléfono (esto también deberían hacerlo esos padres que le dan el móvil a un bebé de un año para que se entretenga, en lugar de hablar y jugar con él, pero eso es para otro tema).
¿Se ha convertido el teléfono móvil en un refugio ante nuestra ineptitud social para conversar o para disfrutar de los silencios? Claramente, la adicción a los teléfonos ha provocado una decadencia en la calidad de las conversaciones. La solución es simple, solo es cuestión de nadar un poco a contracorriente. Además, se pueden llevar políticas de no móviles en la mesa para comer o en la cama.
Revisar los ajustes del teléfono.
Los hay que afirman que no existe mensaje de Whatsapp/Telegram urgente: lo urgente llevará una llamada. Para otros, el doble tick azul es que el mensaje está leído, pero eso no implica tener que responderlo en el momento. Un acto de ayuda con la adicción al móvil es ajustar las notificaciones. Y en ciertos casos, hay menos notificaciones que ajustar cuando estás suscrita a la cantidad justa de newsletters.
Para el FOMO (fear of missing out), te servirá como consuelo que los diferentes algoritmos se configuran en función de tus interaciones con las cuentas que sigues. De modo que toca educarlos. Interactuar con cuentas que te aportan y desvincularse —sin piedad— de las que no mejorará tu experiencia de usuario.
Por supuesto, estas claves para evitar la adición al móvil de parte de una persona que trabaja ante un ordenador y con redes sociales son complementarias de las que se han ido descubriendo. La tecnología ha evolucionado más rápido que la capacidad humana para controlarla. Pero si hasta quien trabaja mirando el móvil consigue evitar la adicción, los demás también pueden.
Imagen: Max Ravier / Pixels