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Cómo se crean verdaderos lazos de amistad a partir de los 30

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Hace un tiempo hablé de tipos de amigos con los que debes dejar de quedar. Verdad que ese es un texto dedicado a quitar lo que no aporta, y quitar lo que te hace perder es una manera de ganar.  Después en Dévé el tema fue saber si se podía hacer amigos a una cierta edad, y la repuesta fue que sí.

Dicen que en la edad adulta es muy difícil hacer amigos. Puede ser, vayamos por partes. Creo que lo difícil no es conocer gente, sino crear los lazos de amistad. Quizá porque a cierta edad la exigencia aumenta (y también los otros troles que se disfrazan de exigencia). Lo bueno es que a partir de cierta edad —los 30—, el nivel de madurez es mayor que en las dos décadas anteriores, y está demostrado que los amigos se reducen en cantidad y aumentan en calidad. Y eso gusta. Al igual que se puede ser un buen contacto aunque tengas poco tiempo, puedes crear una buena amistad sin un gran consumo de energía.

Mira estos gestos muy simples. Son tan simples que cuando los leas una parte de tu cabeza se quejará por ser demasiado simples, y no ser algo más complejo o caro. Pero los efectos de lo simple son muy potentes.

Cultiva la proximidad

Hoy la amistad a distancia es denominador común de los que viven a 6000 kilómetros y los que viven a 300 metros. Pero para que la amistad se refuerce hay que verse, verse las caras. Comprometerse a veros regularmente envía el mensaje indirecto de que esa persona tiene valor para ti. Nos acomodamos en los audios de Whatsapp, el teléfono, las redes sociales, pero no es suficiente (a menos que estéis realmente lejos). Decirle a alguien: “Tengo ganas de verte” es bonito, y hasta erótico. Un desayuno, un afterwork, salir a dar un paseo, ver una exposición… Con una hora vale.

Dale (o devuélvele) la prioridad a tus amigos. No a tu estrés.

La prioridad funciona con la proximidad. Cuántas veces piensas en tus amigos y hay ganas de llamarles o de quedar pero te ves con miles de cosas “más importantes” o “urgentes”. “Oh, es que mira qué agobio tengo, no puedo llamar a nadie hasta que esté sin estrés”, dijeron los divos, esos que son parte del problema. Si tu amiga te llama, no la dejes sin contestar. Si estás ocupada, es mejor un: “¡Hola Sofía! Me pillas ahora mismo cargada de bolsas, ¿te puedo llamar en media hora?”, que no coger el teléfono y olvidar que Sofía te llamó. Y si no se lo coges, un “¡Sofía! Me pillaste comprando, que ahora me ha dado por aprender a coser mis vestidos y estaba comprando telas. Prefiero esto a no tener nada que hacer por la tarde y quedarme en el trabajo, que si no es por estas cosas el trabajo tira y tira…”. Esto dará más conversación que ser la rancia que no coge el teléfono. Si Juan te escribe, contéstale, no le dejes en visto. “Esther, pero me pilla en el trabajo”. ¿Y qué? Si estás en el trabajo y no vas a responder, entonces no abras esa conversación hasta que puedas responderla.

Invierte en ellos. Tiempo.

Una investigación de la universidad de Kansas (EEUU) buscó encontrar cuánto tiempo hay que invertir en una amistad para que sea una amistad. Los resultados son curiosos: una amistad comienza a existir entre 3 y 9 semanas después del primer encuentro, y una amistad cercana, entre 3 y 4 meses después de conocerse. Por supuesto, invirtiendo las horas en temas y actividades que unan. Las cosas bien hechas llevan su tiempo.

Permite la reciprocidad

La amistad se trata de dar y de ayudar al otro. Pero también de saber recibir y dejarse ayudar. Por tanto, no tardes en pedir ayuda, y que no te cueste contarles las cosas que te preocupan. 

Dales regalos

La ocasión puede ser cualquiera, pero que los regalos sean consecuencia de conocer a la persona. Una planta, un paquete de té o de café, una taza, una corbata, un cuaderno, un pañuelo, un libro, una sesión de masaje, algo para su despacho, un: “Yo te invito”.

Acepta las críticas

Si eres de las personas que se enervan fácilmente porque ven una crítica como un ataque directo al ego, no estás ready para casarte, ni para tener buenos amigos. Quererse en la amistad es decirse las cosas que no van. Y cuando te las dicen, no huir, o buscar rebotar la crítica hacia la otra persona. Y más allá, decir «Perdóname», cuando has hecho daño, o has defraudado. Por otro lado, cambiamos, evolucionamos con el tiempo, y las amistades también cambian. ¿Pero qué hay mejor que un amigo que te ayuda a avanzar y que es tus ojos cuando tú no ves?

Dar las gracias. Esto no hace falta explicarlo.

 


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Soy Esther Bolekia, ingeniera de Caminos amante de los trenes y del progreso social que traen. Durante los últimos diez años he sido escritora a tiempo parcial de artículos apasionados por las dinámicas humanas que analizan las leyes no escritas del mundo personal y corporativo. Hoy dirijo Dévé, donde también escribo sobre vida y trabajo, liderazgo, sociología y estilo de vida. Mi forma de escribir se ha descrito como empática, fresca, asertiva y mordaz. Seguramente porque creo que la literatura nunca debería confundirse con mero entretenimiento inocente. Fundé la revista Dévé porque quiero —junto a quien se une a la causa— descubrir las soluciones reales al sufrimiento en el trabajo y lo que hace que disfrutemos de la vida de veras. Escribo para quien desea saber lo que ni los padres, ni la escuela, ni internet enseña sobre el arte de manejarse con maestría en vida y carrera. Por eso arriesgo y voy a las causas y las relaciones entre ellas en los análisis profundos que hago. A menudo me mancho las manos de barro, para llegar adonde nadie más se atreve. La verdad nos hará libres.

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