Hablar es fácil, se aprende de niño y difícilmente se olvida. Mantener una conversación es otra cosa. No es solo hablar, también es escuchar y transmitir.
Para conversar lo primero que hay que hacer es tener algo que decir. Sin una buena idea o un argumento de peso, todo se vuelve más difícil y superficial.
Una conversación que no cala, se evapora y no va a ningún sitio. Una buena conversación enseña, ilustra y deja huella.
Una conversación no es un discurso, ni un monologo ni una charla. Es algo equilibrado, enriquecedor para ambas partes y revelador.
Es quitarse una venda de los ojos, subir un escalón para ver todo desde otro punto de vista, acercar posturas, allanar el camino.
Hay personas que tienen un don natural para la conversación y el tiempo a su lado se pasa volando. Son ilustrativas y tienen gran poder de persuasión. Saben transmitir lo que piensan y hacer que afloren las ideas de los demás, generando sinergias.
Conversar es saber sumar, es construir, es avanzar, es ver más allá de nuestras narices. Conversar es tener visión y misión. Es no perder el tiempo ni hacérselo perder a los demás.
Conversar es respetar otras opiniones, otros puntos de vista, otras filosofías. No es dar una clase magistral y que el resto escuche. Se trata de que todo el mundo hable, interactúe y forme parte.
De los buenos conversadores nadie huye, todo lo contrario, la gente se acerca. A su lado se pasa un buen rato y dejan muy buena sensación al irse.
Y ahora dime ¿Qué ingredientes tiene una buena conversación? ¿Con quién te gusta pasar el rato hablando? ¿Qué crees que podrías hacer mejor cuando mantienes conversaciones?