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Día de la Madre: qué hacer cuando no soportas a la tuya

El día de la madre puede ser una experiencia agridulce. Este texto sirve para saber cómo proceder cuando la relación con la madre es desagradable.

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El Día de la Madre es durante varios domingos de mayo dependiendo de los países. Para muchos es el día de regalar un ramo de flores, una caja de chocolate (de la que luego es probable que se queje, porque está a dieta), y una nota declarando el amor. O quizá también un periodo de competencia entre hermanos por quién queda mejor. También es día de hacerse un selfie con mamá, o hacer un vídeo y subirlo a las redes.

Se sabe que la mayoría de lo que hay en Instagram no es real, pero no por ello deja de doler el agravio comparativo. El Día de la Madre puede oscilar entre ser un día normal, un día en que tu hermana le compra a tu madre un regalo caro para quedar bien (porque siempre compitió contigo), o un día en que se mantiene la mala relación.

En algunos casos la frase es, simplemente, «Yo no quiero a mi madre». La idea de no querer a la madre es violenta, dado que a una madre se la ve como algo socialmente sagrado. «Ella te ha dado la vida». Cierto. Pero esta frase es real, y legítima cuando la relación con mamá se vuelve insostenible. Y eso pasa.

Al ser pequeño se ve a la madre como una super heroína que satisface todas tus necesidades. Un ser perfecto, la referencia. Cuando uno se da cuenta de que la madre es imperfecta, se lleva un choque. Mirándolo desde el otro lado, el choque también se da al momento en que una madre percibe que su hijo no es tan cariñoso y devoto hacia ella como antes, y comienza a querer despegarse de ella, en ocasiones, de forma violenta. Cuando pasa esto, ambas partes reaccionan desde el miedo y las necesidades no satisfechas, y se dan los conflictos.

Si los conflictos no pasan de algo puntual, no son señal de alarma. Lo malo es cuando se convierten en algo sistemático, fruto de una conducta basada en creencias limitantes: se tiene al enemigo en casa. A veces es la madre la que ejerce una influencia muy negativa sobre ti, bien sea saboteándote, ninguneándote, comparándote (incluso en la edad adulta) con tus hermanos, restándole importancia a tus logros o asfixiándote emocionalmente de alguna manera. Hay madres que recurren a estos recursos en un intento de recuperar la devoción de sus hijos —o de tener a sus hijos exclusivamente para ellas—, lo que complica el problema.

¿Tiene sentido felicitarla en el Día de la Madre cuando no la soportas?

Antes de precipitarse a responder, cabe preguntarse si es posible diferenciar un conflicto por una cuestión resoluble de un problema irremediable.  Ante una u otra, cabe ver por un lado, cómo insertar objetividad* y por otro lado, cómo poner límites —físicos y emocionales— cuando está en juego la integridad emocional. Los medios de comunicación insistirán en que la madre es la mejor amiga, y habrá una presión social —o comercial— a que hagas regalos. Pero la historia clásica y moderna nos lo ha dicho: un regalo, sin más, refuerza una relación sana, pero no arregla una relación enferma.

A veces, el mejor regalo por el Día de la Madre que puedes dar es tu asertividad

De la misma forma que Dévé habla de la asertividad en el trabajo, también habla de la asertividad en la familia, cosa que incluye las figuras que han sido de autoridad y que siempre te verán como “el niño”, por muchos años que cumplas. La asertividad (expresar lo que te hace sentir cierto comportamiento y lo que quieres que cambie) es tener el coraje de confrontarse con un «Cuando insistes en protegerme, me siento infantilizado. Es como si no creyeras en mí y no vieras que soy un adulto con una capacidad de salir adelante por mí mismo». No con gritos, o haciéndole el vacío, o hablando mal de la madre con los amigos. Ojo, que tu madre puede responderte con un: «Es que no creo en ti. A tu edad no he visto ninguna demostración de que puedas salir adelante tú solo. Nada más te dedicas a tus cosas, tu trabajo, tu gimnasio, tu música, tu coche, esos amigos irresponsables tuyos, pero no veo que tengas ahorros o un plan que verifique que puedes vivir de forma independiente, o de que tengas la intención de hacerlo». Si el problema es resoluble, ese será el inicio de su final.

A veces tenéis que daros una tregua

Siempre he creído en las treguas y en las mediaciones —no en los castigos de silencio y en sacar los trapos sucios—. Una tregua puede ser salir un rato de la casa, irse de viaje, separarse, cambiar la rutina. Todo dentro de la verdad. El Día de la Madre no necesita ser un imperativo para hacer un regalo que va a salir más de la mala conciencia que del deseo de hacer feliz a una persona. Una mediación puede ser alguien que escuche y ayude a tomar perspectiva, o un mediador profesional.

A veces hay que separarse. Y buscar ayuda

Cuando la relación con la madre es tormentosa porque a todas luces se trata de una persona narcisista, manipuladora, adicta o maltratadora, no hay nada que hacer. ¿Puedes ayudarla? Quizás, pero ayúdate tú primero. Hay estados de ansiedad que terminan al separarse de personas cuya presencia provoca ansiedad, y como dicen, hay que cortar por lo sano. Pero después, quien ha convivido con una persona que entra en la categoría de tóxica necesita desprenderse del veneno y de la influencia que esa convivencia ha ejercido sobre ella. Si uno se ve en situación de resentimiento latente y continuado hacia su madre pese a la separación, ganará calidad de vida soltando esa carga con alguien que realmente pueda escucharle y ayudarle. La madre no es un compañero de trabajo, es alguien con una gran influencia, y la relación con ella es en parte lo que escribe de manera inconsciente los patrones de conducta en las relaciones de adulto.

Te servirá leer este artículo sobre cómo tratar con gente difícil.


*Objetividad: léase también cuándo saber si la culpa la tiene tu madre o la tienes tú, o en parte, los dos. Si supieras la cantidad de madres que sufren calladas y buscan ayuda psicológica porque no soportan a sus hijos maltratadores y narcisistas, o sus hijos han llegado a la edad adulta dándoles disgustos. Y viven en conflicto interno porque “lo que más tienen que amar en el mundo es a sus hijos, poner siempre buena cara y ser abnegadas”


Imagen: Jason Hafso

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Soy Esther Bolekia, ingeniera de Caminos amante de los trenes y del progreso social que traen. Durante los últimos diez años he sido escritora a tiempo parcial de artículos apasionados por las dinámicas humanas que analizan las leyes no escritas del mundo personal y corporativo. Hoy dirijo Dévé, donde también escribo sobre vida y trabajo, liderazgo, sociología y estilo de vida. Mi forma de escribir se ha descrito como empática, fresca, asertiva y mordaz. Seguramente porque creo que la literatura nunca debería confundirse con mero entretenimiento inocente. Fundé la revista Dévé porque quiero —junto a quien se une a la causa— descubrir las soluciones reales al sufrimiento en el trabajo y lo que hace que disfrutemos de la vida de veras. Escribo para quien desea saber lo que ni los padres, ni la escuela, ni internet enseña sobre el arte de manejarse con maestría en vida y carrera. Por eso arriesgo y voy a las causas y las relaciones entre ellas en los análisis profundos que hago. A menudo me mancho las manos de barro, para llegar adonde nadie más se atreve. La verdad nos hará libres.

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