Actualmente escucho a las personas decir que hay que vivir en el presente; en lo personal pienso que a todos nos gustaría poder hacerlo pero, a decir verdad, nos cuesta. Tengamos en cuenta que no podemos aplicar un concepto que no entendemos bien. Decidí escribir este artículo con el fin de acercanos a una definición de la frase “estar presente». Tengo que aceptar que no permanezco presente a toda hora, pero te digo que cada vez vivo más el momento y, por ende, aprovecho más la vida.
Recordemos que nuestro cerebro es un músculo. Si por muchos años ha permanecido pendulando entre los anhelos del futuro y las añoranzas del pasado, habrá que desaprender este mal hábito y reprogramar nuestra mente para que comience a vivir en el momento actual.
Hace unos días hablando con unas amigas surgió este tema. Ellas decían que cada día estaban más presentes porque estaban intentando no hacer planes a más de una semana. Me he dado cuenta que este interpretación errada de “permanecer presente” está en la mente de muchas personas.
Hacer una cita con alguien no significa que estés en el futuro, significa que estás haciendo un acuerdo en el presente con alguien para encontrarte un día determinado. Programar tu trabajo no significa estar en el futuro, significa que para conseguir un objetivo hay que seguir unos pasos determinados.
Hoy me gustaría pedirte que te des cuenta de que organizar una agenda o un plan de trabajo es lo más normal del mundo y no tiene nada que ver con estar o no presente.
El significado de estar presente
Vivir aquí y ahora significa que nuestro cuerpo y nuestra mente están en el mismo lugar.
Imagina por un momento que estás el una reunión de trabajo, uno de tus compañeros está haciendo una presentación sobre los requerimientos de un cliente para la nueva campaña publicitaria de su producto. Lo estás viendo, escuchas su voz de forma difusa porque tu cabeza está pensando en la discusión que tuviste en la mañana con tu pareja por no haber sacado la basura.
¿Crees que estás presente?
Después de varios días de arduo trabajo, tú y tus amigas decidís iros a la playa a pasar el fin de semana. El hotel es fantástico, el agua es azul turquesa, la arena blanca, la temperatura ideal. A simple vista esta realidad es perfecta, pero tú en vez de disfrutar las sensaciones y emociones que esta experiencia te ofrece, estás pensando en cómo sería esa experiencia si estuvieras con el chico que te gusta.
¿Crees que estás presente?
Vas a comer a casa de tus padres, tienes ganas de verlos y de disfrutar de lo que se cocina en tu hogar. Al llegar te das cuenta de que han hecho tu plato favorito. Cuando te sientas a comer ni siquiera te tomas el tiempo de saborear la comida, simplemente masticas de forma inconsciente y tragas los bocados uno tras otro sin percatarte de las sensaciones que estos alimentos producen en ti.
¿Crees que estás presente?
La respuesta en los tres casos es NO. Si hubieras estado presente hubieras prestado atención a tu compañero cuando estaba exponiendo sus argumentos, hubieras disfrutado de todas las sensaciones que produce el privilegio de tirarse en la playa a no hacer nada más que relajarse, o hubieras notado la explosión de sabores que la buena comida puede generar en tu interior.
Permanecemos ocupados pensando en el ayer o en el mañana, y por esto nos perdemos de todo. Cuando nos están hablando en vez de escuchar nos ponemos a pensar en que responder, lo que nos conduce a perder de información valiosa y muchas veces a no comprender a nuestro interlocutor. Voila, los problemas más grandes que tenemos entre nosotros son de comunicación y suceden por no estar presentes.
Nuestra vida funciona de la misma manera, si vivimos imaginando lo que va a pasar en el minuto, hora, día, semana, mes… siguiente, nos perdemos del instante actual.
Estamos donde está nuestra mente, pero solo podemos actuar donde está nuestro cuerpo. Lograremos estar presentes cuando nuestra mente y nuestro cuerpo estén en el mismo lugar.
El mal hábito de imaginar el futuro o el pasado nos lleva a ausentarnos, y como resultado, a añorar o arrepentirnos más adelante de no haber disfrutado al máximo lo que sea que hayamos estado viviendo.
¿Te das cuenta? Alcanzas a ver la trampa que nos hacemos a nosotros mismos, es una serpiente que se muerde la cola.
No podemos seguir posponiendo y condicionando nuestra felicidad a ese trabajo soñado, a un viaje de ensueño, a que llegue la pareja ideal, a formar una familia o a cualquier circunstancia pasada que ya no es parte de nuestra realidad. No tiene sentido porque nos perdemos la vida.
Hace un tiempo comiendo con mi tía me detuve a escuchar a mi prima, se quejaba por algo relacionado con una amiga y yo le dije: “Si tuviera tu edad no me preocuparía por eso y disfrutaría de todo lo que se puede experimentar en la juventud”. En mi cabeza recordé mi adolescencia, me di cuenta de que en esa época estaba tan concentrada en terminar la carrera, conseguir un buen trabajo, ganar dinero para viajar, hacer lo que quisiera y por fin al tener todo eso ser feliz. Lo comenté con ellas y mi tía respondió: “Yo pienso lo mismo que tú cuando te miro; si tuviera tus años disfrutaría la vida al máximo. No te concentres ni en el ayer ni en el mañana”.
Me quede impactada, me di cuenta de la razón que tenía y me hice consciente de que aunque intento estar presente, en muchas ocasiones fallo alejándome de la realidad, de la sensaciones que produce el viento al rozar mi piel, del abrigo del sol cuando hace frío, del olor del jazmín cuando corro en las mañanas, de la belleza del amanecer, de la calidez que hay en un abrazo, del sabor de cada alimento que tengo la oportunidad de tener en mi boca, de las sensaciones que experimento al recibir un beso o una caricia…
Una persona que logra estar presente disfruta todo porque al haber soltado las expectativas su trabajo, una cena, salir a correr o cualquier cosa se vuelve sorprendente.