Vivimos en una sociedad que tiene de todo, pero no sabe lo que tiene. Si lo supiera no sería tan ignorante, pero lo es. La prueba de que lo que digo es cierto, tiene nombre, apellidos y edad: concretamente la de los abuelos.
La familia es la empresa más importante de todas, de ella depende la vida, el futuro y la felicidad. Imaginad una ciudad sin edificios: seria inhabitable. Pues sin los abuelos pasaría lo mismo. Ellos son los pilares de nuestros hogares, porque fueron lo primero que se puso para construir la familia. El peso de toda la infraestructura recayó sobre sus hombros durante mucho tiempo y, ahora, muchos los ven como una carga. Esto es demasiado injusto.
Ellos son jefes de una empresa de valor incalculable, porque las personas no tienen precio. Y eso es exactamente lo que hay en una familia: personas. Abuelos, padres, hijos, tíos, primos… Todos son imprescindibles a medida que entran a formar parte de ella y también son irremplazables.
Los abuelos han sacado a la familia adelante y ahora parecemos empeñados en sacarlos de la familia, o seguir caminando y dejarles atrás. Una persona mayor tiene mucho que enseñar sobre la materia más importante de todas, que no es lengua ni las matemáticas ni tampoco el inglés, es la vida. Ellos ya han vivido mucho y saben lo que es crecer, madurar y equivocarse.
Ser abuelo es un trabajo del que nunca se jubila uno: empieza cuando nace el primer nieto y no termina hasta el último día. Le dedican un montón de horas, sin vacaciones ni horario e incluso siguen ejerciendo cuando están enfermos o son muy mayores. Ser abuelo es una responsabilidad muy grande y ser nieto una suerte que muchos no saben valorar hasta que es demasiado tarde.
Los abuelos hacen funciones de profesor, entrenador de fútbol, médico, enfermero, cuentacuentos, mediador, cocinero, conductor… Los abuelos hacen de todo; pocos trabajos hay que requieran tantas habilidades y paciencia. Los abuelos llevan y traen, recogen y dejan y se encargan de mil cosas, pero yo quiero resaltar la labor de profesor: lo que enseñan los abuelos no viene en los libros. Mi abuelo me dio grandes lecciones y continuó ilustrándome cuando él olvidaba cosas. Tal fue la generosidad que su enfermedad acabo resultando saludable para mi madurez y actitud. Esas lecciones, sin clase magistral ni apuntes, solo con ejemplos, me sirvieron para ser lo que soy y para querer convertirme en lo que espero llegar a ser algún día.
Para aprender, aunque resulte evidente, hay que coincidir con el profesor e ir a clase. Es decir, pasar horas con los abuelos, pero no horas obligatorias, sino horas libres. Hay que tener tiempo, tiempo sin móvil ni prisa. Tiempo para ellos y con ellos. Y si ese es el problema, lo bueno es que tiene solución.
Si ellos son los jefes, deberíamos poner orden en la empresa y darles un buen despacho, escucharles en las reuniones y dejar de lanzar balones fuera, que bastante han jugado ellos con nosotros en el parque.
Foto: Ben Rosett
Resulta muy estimulante ver y leer Dévé porque llega bien, tiene mensajes necesarios, y está al día. Gracias y ojalá podamos caminar juntos mucho tiempo….