Sí, aunque en medio de la ansiedad sea lo último que te apetezca.
Las buenas intenciones cunden por todas partes en tiempos de confinamiento. Parece que la cuarentena es el nuevo septiembre, y septiembre es el nuevo enero.
Pero no solo de intenciones vive el hombre, también necesita realidades. Hacer ejercicio, comer sano, desconectar de internet, estar en contacto con los amigos, apuntarse a clases de inglés online, leer los libros pendientes, bailar… podría seguir líneas y líneas resumiendo muchos de los estupendos hábitos a los que nos encantaría hacer hueco en nuestra nueva agenda pero sabemos que seguirán sin encontrar tiempo.
Los grandes retos están muy bien y mejoran mucho nuestra rutina, pero hay otros más baratos que directamente nos cambian la vida. Estoy pensando en uno que, además, no lleva prácticamente tiempo, es algo que se pueden permitir hasta las personas más ocupadas y estresadas de España: me refiero a sonreír.
Sonreír debería ser deporte nacional, pero lo practica una minoría tan poco representativa que nadie habla de ello. No goza de popularidad. Tenemos las dentaduras más perfectas y trabajadas de todos los tiempos pero creo que nunca hemos enseñado los dientes tan poco como ahora. Una pena, literalmente. Vamos por la vida poniendo caras sonrientes al móvil pero no a las personas.
Tan difícil se ha vuelto eso de sonreír que deberían abrir un espacio para enseñar a hacerlo. Igual el problema es que lo hemos olvidado y no sabemos cómo esbozar una sonrisa. Tendría que ser un espacio abierto a personas de todas las edades, y los profesores podrían ser niños porque ellos siempre sonríen. Es curioso, un recién nacido que no puede hacer nada por si mismo, sabe sonreír. En cambio, un adulto que tiene plenas facultades y una colección de conocimientos es incapaz de dibujar una amable sonrisa, (quizás deba preguntarle a ese niño que todos llevamos dentro, seguro que se lo explica).
Al margen del negocio que puede leerse entre líneas en este artículo y al que un emprendedor con sentido del humor sacaría rentabilidad, quiero dar unos consejos para practicar la sonrisa:
-Sonreír no es peligroso, puedes hacerlo en casa, no está reservado a circuitos cerrados.
– Las sonrisas no generan atascos, puedes sonreír a las mismas horas que todo el mundo.
– Sonreír no es un trabajo por lo tanto no es una actividad que requiera vacaciones ni descansos.
-Sonreír no tiene edad, nadie es muy pequeño ni demasiado mayor para practicar este ejercicio.
– Sonreír hace que lo complicado sea más fácil y que lo fácil resulte todavía más sencillo.
– Sonreír es algo que se nace sabiendo, por tanto, no es temario de ninguna titulación o formación académica.
– La sonrisa es un lenguaje universal, seas del lugar que seas y hables el idioma que hables, entiendes lo que significa.
Después de todo lo que te he contado deberías empezar hoy mismo a sonreír. Digo hoy, pero me refiero a ahora. Ahora mismo. Sonríe ya.
Imagen: Tim Mossholder