Una de las últimas tardes de verano en aquel jardín gallego, mi abuelo se había reunido con amigos de toda la vida. Charlaban, comentaban las noticias. Entonces recuerdo que llegó alguien más con un álbum de fotos y, entre bizcochos y cafés, se pusieron a recordar viejos tiempos. Si hoy pudiera preguntar a mi abuelo cuál es el secreto de la amistad, estoy segura de que se encogería de hombros y me diría que tuviera paciencia.
Que la velocidad a la que la mayoría vivimos supera a la de nuestros mayores no es ninguna novedad. Quizá en el trajín de nuestras apuradas vidas nos falte un punto de apoyo en el que alimentar nuestras amistades. Al fin y al cabo, somos seres sociales que se benefician del contacto mutuo y mejoran gracias a la unión de un grupo. En la infancia es menos patente, pero, con la entrada en la edad adulta, resulta cada vez más complicado hacer nuevos amigos o, incluso, mantenerlos.
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En internet sobran artículos en los que explican —no sin cierta condescendencia— cómo hacer amigos a partir de cierta edad.
Pero el valor no está en lo que cueste encontrar nuevas personas. El golpe de realidad está en que no se hacen amigos a los 40 de la misma manera que a los 20. No es solo por el tiempo disponible: una persona de 40 tiene otros filtros, y hay cosas que no tolerará de la misma forma que una persona de 25. Por otro lado, el concepto de amistad es variable. Quienes definen la amistad exclusivamente como ese sentimiento profundo actuarán de manera diferente que los que se contentan con tener gente con la que hablar de algunos temas y tomar algo.
Puede que sea el momento de asumir que podemos encontrar maneras de conocer a gente, pero no de que forzosamente nos convirtamos en amigos. La amistad (amistad) es un guiso que se hace a fuego lento en una olla de barro, no el resultado de seguir los pasos de una receta exprés casi para autómatas. Puedes seguir los pasos por internet para hacer amigos, por supuesto:
- Te pondrán en el camino correcto para asegurar que conoces gente, si ese es tu objetivo.
- Ahora bien, entre conocer a la persona y elaborar una amistad hay un trecho. Los objetivos tuyos pueden diferir de los de la gente que conozcas, pero no hay de qué avergonzarse en eso. No es un error conocer una persona y que de ahí no salga una amistad. El autoconocimiento y el respeto son claves en el proceso de búsqueda.
- Puedes estar ante un buen conversador, alguien que no sepa ser amigo, alguien que solo quiera coleccionar contactos en LinkedIn, una mala persona, un manipulador, un narcisista, o alguien con el que simplemente no encajes. Es el riesgo de la vida que ojo, también lo pasaste cuando tenías 8 años. ¿Necesitas por esa regla de tres gastar las suelas de tus zapatos yendo a centenas de eventos para conocer gente? No. En la amistad es como con la ropa: puedes probar antes de comprar.
Pon que acabas de llegar a una ciudad, que quieres conocer gente nueva o que sientes soledad. O simplemente que te has quitado de encima amigos que no te convenían y quieres nuevos. ¿Y ahora qué haces? ¿Por dónde empiezas?
Como una persona adulta, divisas el horizonte temporal con mayor nitidez y ya tienes una victoria: la de ser selectiva.
Piensa en qué tipo de relación buscas, cuánto puedes involucrarte y cuáles son tus expectativas.
Si lo que quieres es cultivar las relaciones sociales, cuenta con herramientas a tu alcance para facilitarte la tarea. Aparte de lo clásico, como acudir a una tertulia, a una exposición, a la inauguración de una galería o a una conferencia, el mundo digital te permite afinar la búsqueda:
- Hay grupos organizados en torno a intereses comunes como los de la plataforma meetup o los eventos de facebook. Si aún no conoces esta opción, explorarla te sorprenderá y podrás encontrar a gente afín.
- Para los más tradicionales, hay reuniones semanales de intercambios de idiomas en algunos locales de cada ciudad, grupos de oratoria como el conocido Toastmasters o clubes de lectura.
- Los más activos pueden encontrar su sitio en salas en las que participar con improvisación literaria o festivales de diferentes temáticas.
- El deporte es otra de las maneras de relacionarse en un entorno saludable: clubes, asociaciones, grupos de amigos… Las opciones son muchas.
- Aprender algo nuevo, adquirir destrezas desconocidas o desarrollar nuestras aficiones son también excelentes ideas.
- Las mascotas, además de hacernos la vida más bonita, favorecen el proceso de sociabilización, no solo por la gente espontánea que encontrarás paseando al perro, por ejemplo, sino porque también hay actividades específicas para disfrutar con ellas y con otros dueños.
Sea cual sea tu lugar de residencia, darás con una oferta de actividades sociales con las que podrás conocer gente sin la presión de crear un vínculo forzado que, en caso de que exista química e interés, podrá derivar en una amistad.
«¿Y si ya sé cómo conocer a gente y no tengo dificultad en hacerlo?» Ya tienes un paso dado, maravilloso. Sin embargo, si no te ves capaz de introducir a nuevas personas en tu vida, puede deberse a falta de interés o a que tu estilo de vida, recursos o prioridades te lo impiden. Un simple cambio de rutina te hará descubrir de forma gratuita nuevos aires, no solo en el mundo real, también en el virtual.
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Algunas preguntas para orientarse en el camino para hacer amigos cuando eres adulto:
¿Quieres vivir nuevas experiencias? ¿A qué puedes renunciar? ¿Cuánto serías capaz de comprometerte? La amistad y las relaciones sociales ofrecen la posibilidad de ser tú al 100%, descubrir nuevas facetas que estaban ocultas, pero, también, olvidarte de determinadas vivencias. Está claro que no todos tenemos la misma necesidad de relacionarnos ni construimos la amistad con los mismos pilares, pero hay algunas características que pueden facilitarte la labor:
- Mantener contacto real, no exclusivamente digital.
- Mejorar nuestras dotes como conversadores (véase el artículo anterior de Cómo ser un buen conversador).
- Mantener una actitud abierta ante los cambios.
- Aceptar la diversidad.
Pese a que no hay garantía de que la persona que conozcas hoy será tu amiga en el futuro (ni falta que hace, porque hay mucha gente maravillosa a tu alrededor), lo que sí puede provocar este milagro es la faceta de tu personalidad que decidas mostrar. Las aficiones y los intereses comunes no siempre bastan para conectar de forma profunda. En mi experiencia, son los valores y creencias lo que más acerca a las personas. Así, formar parte de una comunidad o luchar por una causa estrechan la relación con mayor fuerza.
El roce hace el cariño, como nos pasaba con nuestros compañeros de clase. Retomar el contacto tras un tiempo puede suponer la oportunidad de renovar una amistad con peso. Sin embargo, hay que entender el paso del tiempo y su efecto en ti y en los demás.
Compartir valores y tiempo es una de las mejores formas que conozco de crear vivencias. Con el tiempo, una excusa y quizá unas fotos, compartiremos recuerdos que darán continuidad a nuestra identidad e irán tejiendo el relato de nuestras vidas.
Imagen: Ben White
Artículo publicado inicialmente el 15 de octubre de 2018, y reeditado en febrero del 2023