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En defensa de la elocuencia

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En estos tiempos de exceso de información, de sobre estimulación y otros males que nos aquejan en la era digital; el arte de expresarse correctamente parece haberse diluido en un mar de discusiones sin sentido. Las palabras tienen un poder enorme y pueden definir el resultado de situaciones muy importantes.

No se trata solo de ser preciso al hablar, sino también de poseer esa fluidez verbal, esa claridad y riqueza de vocabulario que brinda la elocuencia. Tener esta habilidad te puede abrir muchas puertas, tanto en lo social, como en lo profesional y hasta en lo personal. Claro, no es magia. Sólo por concentrarte no vas a convertirte en el maestro de las palabras y la buena dicción; también necesitas trabajar para ello. 

Esto es lo que he visto que las personas elocuentes aplican:

Eligen lecturas de calidad

El primer paso para hablar de forma inteligente es, obviamente, tener algo inteligente que decir, ¿cierto? Por eso, es esencial apoyarse en material de calidad. Puedes buscar los libros con mejores reseñas en páginas como goodreads.com, ojear artículos interesantes y hasta seguir cuentas de Instagram con datos curiosos. Incluso 20 minutos al día de una buena lectura le da al cerebro el ejercicio que necesita. 

Lee este artículo si te gustaría dejar de ser aburrido.

Aprenden de los expertos

Cultivarte a través de la lectura es básico, pero también puedes escuchar podcasts de temas de actualidad y entrevistas interesantes. Escuchar cómo se expresan los expertos en comunicación te puede dar varias claves para manejar tu léxico. Anota frases que te llamen la atención y practica usarlas dentro de tus conversaciones con gente cercana, para que pilles confianza antes de soltarlas ante el mundo.

Practican la escucha activa

Esta técnica se trata de hacer el esfuerzo consciente de escuchar a los demás. Por ejemplo, cuando un compañero de trabajo termina de explicar las ventas del último trimestre; tú intervienes con algo así como: «¿Entonces has querido decir que tal y tal…?». De esta forma, demuestras que has puesto atención, has entendido el mensaje y, al repetirlo, lo estás memorizando. Todo esto ayuda a demostrar que eres suficientemente listo para participar en las reuniones. 

Se expresan también con el cuerpo

La comunicación no verbal abarca todo aquello que nuestro cuerpo activa cuando habla. La postura, los gestos, la forma de caminar, la mirada, todo cuenta una historia. La expresión corporal correcta ayuda a transmitir un mensaje con más claridad. Lo principal en este aspecto es que los demás perciban que tienes confianza en ti mismo. Así que endereza tu espalda, mantén el contacto visual y relaja tus manos. Puedes buscar Ted-Talks para darte una mejor idea de cómo se desenvuelven los ponentes. 

Utilizan un vocabulario sencillo

Siempre será mejor explicar cualquier tema con palabras fáciles, que todo el mundo pueda entender; antes que intentar aparentar ser un intelectual cuyos términos son tan rebuscados que nadie más lo pueda descifrar. También, podrías correr el peligro de usar palabras incorrectamente por escucharte cool. Aquí puedes aplicar el mantra de menos es más. Recuerda que el objetivo es ser elocuente, pero sin ahuyentar al público.

Hablan fuerte y hacen pausas

Un orador elocuente no tiene miedo de hacerse escuchar. No es que te vayas a poner a gritar, pero tampoco puedes probar tu punto susurrando. Una voz estable, que no va demasiado rápido, y hace pausas después de cada concepto importante, capta mucho más la atención. Puedes hacer el ejercicio de grabarte para poder evaluar si vas a la velocidad ideal. Si hablas demasiado lento, tampoco vas a conseguir que te escuchen y tomen en cuenta tu opinión. 

Evitan las palabras de relleno

Las que coloquialmente se conocen como muletillas, aquellas palabras que repites de manera inconsciente y que no aportan cuando estás contando cualquier anécdota. ¿Las tienes? Vale, pues esas se tienen que ir. Mientras más alargues lo que estás intentando expresar, menos eficiente será la transmisión del mensaje. Primero, haz el esfuerzo consciente por evitarlas. Si no las tienes ubicadas, pídele a alguien cercano que te diga cuáles son. Después, piensa antes de hablar. Así puedes formar las frases en tu mente y asegurarte que sean breves y concisas.

No son ególatras

Tienes bajo control tu discurso y te sientes tan seguro que ni siquiera concibes que alguien pueda opinar diferente. Error. En un debate sano, siempre se debe escuchar con atención todos los puntos de vista y entender que pueden existir varias posiciones dentro del mismo tema. Todas válidas desde su perspectiva. Recuerda que no por poseer el don de la elocuencia serás el dueño de la verdad. 

Practican 

Todos estos puntos te pueden dar una idea de las técnicas que puedes aplicar para recuperar este arte perdido. Pero, sin duda, la clave más importante es la práctica. Aunque no existen escuelas de elocuencia como tales, puedes fomentar tu práctica al frecuentar sitios como clubes de lectura, de debate y hasta de oratoria. Desde luego, no pasa nada si al principio lo comienzas a intentar con tu círculo de amigos más cercano, ya irás pillando confianza sobre la marcha. ¡Así que no te desanimes y manos a la obra!

Sigue mejorando tu comunicación con este artículo.

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Soy periodista de profesión, escritora de corazón y eterna soñadora. Creo firmemente que no se trata del destino, sino del viaje. Amo descubrir nuevas culturas, practicar yoga y (re)conocerme en la aventura de la maternidad.

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